(Texto) 1. Estudio a la epístola de Jacobo – Introducción I – Su autoría y su canonicidad.

 

Dios mediante, comenzaremos una lectura de estudio de la epístola de Santiago, quien fuera para los apóstoles, “Jacobo, el hermano del Señor”. Esperamos en el Señor se nos conceda la gracia, sabiduría, inteligencia y anchura de corazón, para tratar todos los temas que se nos van proporcionando mediante esta lectura.

Se recomienda al lector antes de leer este libro, el leer reiteradas veces por sí mismo la epístola de Jacobo, pues esto permitirá un mayor provecho en lo personal. Yo hice lo mismo y sigo haciéndolo, porque al igual que ustedes quiero ser tocado por la Palabra del Señor, que Su Espíritu me enseñe, corrija, edifique, recuerde, etcétera; pues todas esas cosas el Espíritu Santo puede hacer en nosotros mediante la Santa Palabra de Dios, que es lámpara a nuestros pies, lumbrera a nuestro camino (Sal. 119:115).

Bueno, para partir, vamos a realizar una introducción a la epístola, en la que  proporcionaremos algunos antecedentes históricos y también de autoría respecto a este documento neotestamentario. Todas estas cosas introductorias nos ayudan para comprender mejor el mensaje del autor, pues de alguna manera, nos permite entender la carga que tuvo al momento de ser conducido por el Espíritu Santo. Así que partiremos con una breve lectura.

Abramos la Biblia en el capítulo 1, versículo 1, parte “a”, de la epístola llamada en la Reina-Valera 1960, de Santiago. En la Biblia Textual, tercera edición, tiene por título, a mí parecer correcto, Jacobo. Entonces, leamos Jacobo 1:1a, que también en otras versiones es Santiago 1:1a. Dice así:

Jacobo,…” (BTX III).

Santiago,…” (RV 1960).

Lo leí en dos versiones con el fin de que podamos considerar que el Santiago de la Reina-Valera 1960, se refiere al Jacobo que se registra en los evangelios. Además, he querido leer sólo la parte “a” de este versículo, debido a que en esta introducción tocaremos lo relacionado a la historia de este documento y al autor. Nada más.

FECHA DE COMPOSICIÓN.

Lo primero que debemos considerar, es que esta epístola, según estudiosos de la talla del hermano Evis L. Carballosa[1], Craig Blomberg[2], Ernesto Trenchard[3], entre otros[4], fue escrita entre los años 44 y 50 d.C. Es una de las cartas más antiguas registradas en el Nuevo Testamento, anterior, incluso, a las epístolas de Pablo. Como registra el hermano Delcio Meireles[5], de Brasil, en la introducción de su libro:

“La Epístola de Santiago y el libro de Job son considerados los documentos escritos más antiguos, de cada uno de los Testamento de la Biblia.” (Meireles, 2015, p. 11).

Es decir, que el libro de Job es el más antiguo de la Tanak[6] judía y,  la epístola de Jacobo, es la más antigua del Nuevo Testamento. Esta epístola tiene una historia muy particular con el canon bíblico. Para los hermanos que no saben lo que es el canon bíblico, haré una digresión para poder contar brevemente qué es.

UNA EXPLICACIÓN SOBRE LO QUE ES EL CANON BÍBLICO.

Canon, es la transliteración de la palabra griega kanón[7] que, por ejemplo, aparece en 2 Corintios 10:13, traducida en la Reina-Valera 1960 como «regla».  El diccionario Strong, Tuggy y Vine NT, nos señalan que el significado de esta palabra denota originalmente una vara recta, utilizada como regla o instrumento de medida. En resumen, es una palabra que se traduce en diferentes casos y contextos como: regla, norma, principio (Ga. 6:16; Flp. 3:16), área y límite (2Co. 10:13; 10:15-16).

El canon bíblico surgió debido a las herejías sobre los textos y la fe fundamental dichas por Marción[8], y es una respuesta a la que fue encaminada la Iglesia[9] para proteger el depósito de la fe que Dios otorgó a los hombres respecto a Sí mismo y al Evangelio; pues Dios otorgó una revelación especial acerca de Sí mismo, registrada en las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, los que condujo a escribir usando a Sus santos profetas y apóstoles[10].

Con relación al canon de la Biblia, permítanme citar al hermano Francisco Lacueva que en su Diccionario Teológico Ilustrado[11], señala:

«[…] el canon se refiere a la lista oficial de los libros que la componen. Atanasio de Alejandría, campeón de la ortodoxia en el Concilio de Nicea (325 d.C.), alude a las Escrituras como un conjunto de «libros canónicos» (biblia kanonidómena), es decir, una agrupación de libros integrantes de un catálogo. El vocablo fue así adquiriendo un significado específico en el uso de la Iglesia, al que se le añadió el sentido de «colección de libros de carácter normativo para los fieles». El Sínodo de Cartago (año 397), considera las scripturae canonicae como la instancia última para la regulación de toda cuestión en materia de fe.

Para los judíos la colección de un cuerpo autorizado de escrituras sagradas desempeñó un papel muy importante, hasta el punto de estar dispuestos a dar la vida por él. El canon judío del AT consistía en tres divisiones, que reflejaban tres distintas etapas de canonización: a) la Ley (toráh, el Pentateuco), b) los Profetas (nebiim) y c) los Escritos (Ketubim), que coincide con los libros de las Biblias protestantes, aunque en diferente ordenación de los textos […]

El canon del NT sufrió un largo proceso de elaboración, hasta que en el año 367 fueron delimitados por primera vez los 27 libros que lo componen. La Iglesia católica definió su canon de la Biblia en el Concilio de Trento (1546), aceptando tanto los libros protocanónicos (aceptados por todos desde el principio) como deuterocanónicos (o apócrifos*), decisión fuertemente combatida por Calvino.

Los criterios de canonicidad del NT fueron cuatro: 1) Inspiración divina. 2) Apostolicidad. 3) Unidad de doctrina y 4) Autenticidad. La Iglesia primitiva trabajó denodadamente para reconocer y para defender el canon de toda clase de intrusiones espúreas y así transmitir a las futuras generaciones una norma verdaderamente profética y apostólica, una regla de verdad divina que reglara la doctrina y la práctica de la Iglesia.» (Lacueva, 2008, p. 137).

Hermanos, era necesario una regla que estableciera límites a la fe de la Iglesia. Límites que ayudarían a no extraviarse de la fe del Señor Jesús y de los apóstoles, porque desde los albores de la Iglesia ya comenzaban a verse movimientos herejes, apóstatas y/o anticristianos, que fueron refutados en cartas como las de Juan[12] y Pablo[13]. Estos movimientos, preocuparon muchas veces a los apóstoles, temiendo estos que los sentidos de los santos fueran extraviados “de la sincera fidelidad a Cristo” (2Co. 11:3). Todas las herejías se iban divulgando por todos lados, algunas en boca de personas que eran respetadas e instruidas en letras: religiosos, filósofos, místicos, etcétera. Diferentes personas enseñando cosas que no pertenecían al cristianismo. Ahora, que todas estas cosas circularan oralmente  no era lo peor; sino que el problema fue que comenzaron a circular escritas y no solo esto, sino que algunas de ellas les fueron atribuidas a los apóstoles[14], como el pseudo-evangelio de Tomás[15]. Incluso Pablo, exhortando a los hermanos de Tesalónica nos muestra que no era ingenuo en esto y les señala a los santos la posibilidad de que les llegara carta como si fuera de ellos, diciendo:

1 Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, 2 que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Ts. 2:1-2, RV 1960).

La frase “ni por carta como si fuera nuestra” nos muestra que Pablo tenía muy presente y estaba muy atento a esto. Así es que, si se dan cuenta, era necesario un canon bíblico y, en esto, vemos al Señor conduciendo a la Iglesia a encontrarse con este (el canon). Entonces, pensemos un poco, ¿qué ayudaría a no extraviarse de la fe canónica? ¿Qué puede ayudarnos a no extraviarnos de la fe cristiana correcta? ¿Qué puede ponernos límites y a la misma vez enseñarnos lo relacionado a una sana fe? Hermanos, la fe cristiana no es una fe emocional y ciega, sino que es una fe inteligente, basada en hechos históricos específicos, relacionada a personas específicas, que nos entregaron enseñanzas específicas. ¿Dónde tenemos estas enseñanzas? ¿Cuáles son estas doctrinas apostólicas? ¿Cuáles son las cartas de apóstoles inspiradas por Dios y cuáles no? Estas preguntas son claves, nos permiten adentrarnos a la razón por la cual nació el canon bíblico: Entender y saber cuál es “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 1:3).

Así fue que se comenzaron a revisar los escritos que circulaban, considerando diferentes puntos para reconocer qué era canónico y qué no. Porque aparte de los libros canónicos estaban y existen los apócrifos, muchos de ellos relacionados al gnosticismo y otras enseñanzas que no fueron dadas por el Señor ni por Sus apóstoles. La Iglesia se encontró con el canon y, en esto, tenemos la labor del Santo Espíritu de Dios que encaminó a los santos al canon. Los encaminó en el reconocimiento de aquellos textos que contaban con Su intervención omnisciente y omnipotente, que condujo a hombres falibles a darnos textos infalibles e inerrantes en su totalidad (Mt. 5:18; 2 P. 1:21). Reconocemos, por lo tanto, la intervención de Dios, el Espíritu Santo, en la redacción de los textos, pero también, en la conducción de la Iglesia a reconocer Su canon. Las Escrituras fueron exhaladas por Dios (2Ti. 3:16.), y del mismo modo, Dios encaminó a los santos a reconocer Sus Escrituras.

No obstante, como siempre, no faltaba la serpiente introduciéndose, queriendo torcer la verdad (Gn. 3), y entendemos con esto el por qué el catolicismo tiene su propio canon, donde incluye libros apócrifos en el Antiguo Testamento. La iglesia católica definió su canon de la Biblia en el Concilio de Trento (1545-1563), en respuesta a la reforma protestante, argumentando que la tradición[16] (católica) tenía una autoridad paralela a la de las Escrituras[17]. Sin embargo, es evidente que la razón por la cual incluyeron los deuterocanónicos fue para sostener sus doctrinas no apostólicas, como el orar por los muertos y el purgatorio[18], el dar limosnas para el perdón de pecados[19], etcétera.

Pero no nos vamos a meter allí, no es nuestro asunto ahora. Hicimos esta digresión para explicar lo que es el canon bíblico, que corresponde al conjunto de libros inspirados por Dios plenariamente y en su totalidad, para que la fe profética y apostólica en la que perseveraban los primeros cristianos fuese la nuestra también y no fuéramos engañados ni llevados por cualquier clase de doctrina (Jud. 1:3; 2Jn. 1:4, 9-10; Ti. 2:1; 1Ti. 1:3, 4:1, 6; 2Ti. 4:3; 2Ts. 2:15; Ef. 4:13-15; Ro. 16:17).

EL CANON Y LA EPÍSTOLA DE JACOBO.

Ahora bien, entendiendo en parte qué es el canon, debo contarles que uno de los sucesos históricos de esta epístola de Jacobo o Santiago, es que tardó en ser reconocida como canónica.

Eusebio de Cesarea, en su libro “Historia Eclesiástica” ubica la epístola dentro de los libros catalogados como antilegomena o discutidos[20]. La palabra antilegomena significa literalmente “hablar en contra” u “objetar”. Todos los libros catalogados como tal, eran sobre los cuales surgieron preguntas y debían ser escudriñados[21]. Esto no quiere decir que fuera apócrifo[22], sino que había preguntas que surgieron debido a que, por ejemplo, no se podía ver claramente la armonía de este documento con el resto de los textos neotestamentarios, específicamente con la doctrina de Pablo, aparentemente (algunos pensaban) existía una contradicción respecto a la justificación por la fe. Otra cosa que lo catalogaba como antilegomena, era que Jacobo no se identifica como apóstol, por lo que parecía no tener autoridad para ser considerada su carta. Pero como dijimos respecto al canon, el Omnipotente y Omnisciente Dios es el que ayudó en el reconocimiento de cada uno de los libros, iluminando a los santos para ir reconociendo lo que era de Dios y lo que no era de Él.

Otro suceso controversial, es que en el tiempo de la Reforma, cuando Lutero estaba empapado de la justificación por la fe de Romanos, éste pensó que la epístola de Jacobo no presentaba el carácter del Evangelio en comparación con epístolas como las de Pablo y Juan. Lutero llegó a llamarla  “epístola de paja”.  El hermano Gino Iafrancesco, en su libro Isagogia Jacobea, nos dice al respecto:

“Lastimosamente Martín Lutero participó del irrespeto a la Epístola de Santiago, del que algunos antiguos a quienes aluden Orígenes y Eusebio, participaron; así como luego de ellos Anfiloquio y Junilio. Respecto a la carta de Jacobo escribió Lutero en su Introducción a tal Epístola:

<<En suma, el Evangelio de Juan y su Primera Epístola, las Epístolas de Pablo, sobre todo aquellas a los Romanos, a los Gálatas, a los Efesios, y la Primera Epístola de Pedro, esos son los Libros que muestran a Cristo y nos enseñan todo cuanto es necesario y bienaventurado conocer, aunque no veamos ni oigamos cualquier otro Libro o doctrina. Por tanto, la Epístola de Santiago es una epístola de paja, en comparación con aquellas, por cuanto no exhibe el carácter del Evangelio… Por consiguiente, yo no la tendré en mi Biblia entre sus principales Libros, mas ni así pretendo prohibir a quien quiera que sea de colocarla allí y de exaltarla como mejor le convenga, pues contiene muchas cosas buenas.>>” (Iafrancesco, 1996, p. 106).

Hay muchos acontecimientos como estos, de ataques a la epístola y/o menosprecio; pero su contenido, mis hermanos, es importantísimo para la sana fe de los santos y, la serpiente lo sabe. Permítame decirle que esta carta es muy necesaria para mantener el equilibrio correcto en la comprensión de la fe y la gracia de Dios. Y no debe ser para nosotros un problema ni causarnos miedo, el que personas como Lutero no apreciaran la epístola, pues también hubo otros de la talla de Lutero, como Melanchton, entre los reformadores que valoraron y reconocieron este texto como inspirado por el Espíritu Santo; lo cual, no nos cabe la menor duda, pues vemos la mano del Señor obrando en la canonicidad y preservación de este documento a través de la historia; pues, por ejemplo, aunque Lutero no simpatizaba en citarla como contenido de su traducción de la Biblia al alemán, con el pasar el tiempo, fue reconocida como parte oficial del contenido en la traducción de la Biblia de Lutero. Dios es Soberano y son Sus Textos, no los de Lutero ni de algún hombre.

EL NOMBRE DEL AUTOR.

La epístola, en varias de las traducciones protestantes al español lleva el nombre de “Santiago” debido a una deformación del nombre Jacobo o en griego Iakobos. En ninguna parte del Nuevo Testamento, en sus manuscritos en griego, aparece el nombre “Santiago”; es más, si usted tiene el interlineal del hermano Francisco Lacueva del Nuevo Testamento[23], podrá notar que no dice “Santiago”[24], sino “Ἰάκωβος”  (Iakobos). En la misma versión Reina-Valera 1960, entre otras, en Marcos 10:35, donde dice “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo”, aparece el nombre “Jacobo” y no “Santiago”[25], sin embargo, en el subtítulo no inspirado del pasaje, el que es puesto por la Sociedad Bíblica para ordenar las perícopas[26], le ponen “[Petición de Santiago y de Juan]” (Mt. 20:20; Mr. 10:35). Considerando esto, preguntamos, ¿por qué Santiago? ¿Cómo apareció el nombre Santiago en nuestras traducciones?

En las notas de la Biblia Textual[27], tercera edición, se nos dice que la razón es debido a la tradición católico-romana que le agregó a los nombres como Iacobos la apócope[28] “san”, de sanctum en latín, santo en español. Es decir Sanctum Iacobos, que con el tiempo y los “trasvases” entre una lengua y otra, al leerlo y recorrer el mundo, comenzó a sonar como San- Iacob, que como resultado final, terminó siendo “Santiago”. Así que, como bien lo hace la Biblia Textual, deberíamos referirnos a esta epístola como la epístola de Jacobo, aunque para nada es una doctrina fundamental, sólo es información introductoria.

EL AUTOR.

El autor de la epístola, de acuerdo al parecer de muchos hermanos respetados, es que fue Jacobo, el hermano del Señor. La Biblia también menciona a otras personas con nombre Jacobo (mencionados también como Santiago), tenemos, por lo menos, cuatro en el Nuevo Testamento:

1) El hijo de Zebedeo y hermano de Juan (Mr. 10:35).

2) El hijo de Alfeo, también apóstol (Mt. 10:3).

3) El padre de Judas (no Iscariote) (Lc. 6:16).

4) El hermano del Señor (Ga. 1:19).

Permítanme citar al hermano Evis L. Carballosa, quién a mi parecer, nos da un antecedente claro del por qué el escritor es el medio hermano del Señor:

“De los cuatro mencionados, se hace necesario eliminar de inmediato a dos de ellos, como posibles autores de la Epístola. Santiago el padre de Judas no figura como alguien importante en la Iglesia primitiva; de hecho, era prácticamente desconocido. Por otra parte, el hijo de Alfeo no se distinguió entre los apóstoles, habiendo permanecido más bien en el anonimato. Además, no existe evidencia o indicio alguno que la epístola haya sido atribuida por alguien a Santiago (Jacobo) el hijo de Alfeo.

De modo que restan dos posibilidades. La primera de ellas es que la epístola hubiese sido escrita por el apóstol Santiago, el hijo de Zebedeo. La segunda posibilidad es que su autor fuese Santiago el hermano del Señor. En cuanto al hijo de Zebedeo, se sabe  que fue ejecutado por orden de Herodes Agripa I (Hch. 12:2) hacia el año 44 d.C. La muerte prematura de Santiago hace improbable que fuese el autor de la Epístola.

De lo dicho hasta aquí se desprende que el candidato con mayor apoyo, tanto de las evidencias externas como de las internas, a ser el autor de la epístola de Santiago es el hermano del Señor.” (Carballosa, 2014, pp. 59-60).

Esto lo apoya la historia, con Eusebio de Cesarea, también lo dijo Orígenes de Alejandría, y una exposición notable hace nuestro hermano Gino Iafrancesco en Isagogia Jacobea, página 81 en adelante. También lo apoya evidencia interna del texto, como por ejemplo, la notable semejanza que se ve entre el contenido de la epístola y lo que pronunció Jacobo en el concilio de Jerusalén, registrado en Hechos 15:13-21.

Cabe señalar que este Jacobo no creía en quién era el Señor (Jn. 7:5,10), aun siendo su medio hermano; pero después de que el Señor resucitó, de acuerdo a lo registrado por Pablo en 1 Corintios 15:7, se le apareció y, seguramente, creyó entonces en Él, pues en Hechos 1:14 al mencionar los que estaban con los apóstoles esperando el Espíritu Santo se menciona a la madre de Jesús y Sus hermanos, dice el pasaje así:

Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.” (RV 1960).

Es probable que Jacobo ya estuviera entre estos.

Jacobo, el hermano del Señor, era muy conocido y respetado en la iglesia de Jerusalén. Era considerado una columna y reconocido también por los demás apóstoles (Ga. 1:19, 2:9; Jud. 1:1; Hch. 12:17, 15:13, 21:18). Con una personalidad fuerte y sin temor a decir la verdad, se puso en medio de los apóstoles y ancianos de Jerusalén para concluir en acuerdo con el Espíritu Santo el proceder que se tendría con los gentiles que se convertían (Hch. 15). Vemos el respeto que incluso Pedro le tenía. Seguramente, el hecho de haber sido hermano del Señor, colaboró además con este respeto.

De acuerdo con un pasaje que se encuentra en los manuscritos existentes de las Antigüedades de los Judíos de Josefo[29], dice que Anán, siendo sumo sacerdote:

“Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores de la Ley y los condenó a ser apedreados.” (Josefo, 2013, lib. XX, cap. IX, 1).

Hay una narración hecha por Hegesipo (Iafrancesco, 1996, pp. 68-70),  quién indica que fue arrojado desde el pináculo del Templo, y al caer, no murió, entonces le apedrearon y tampoco murió, sino que arrodillándose, oró a Dios para que no les tomase en cuenta sus pecados; finalmente, un hombre le dio con un mazo en la cabeza.

Eusebio, citando a Josefo y a su vez a Hegesipo, escribió que las personas más sensatas, incluso de entre los judíos, eran de la opinión de que la muerte de Jacobo (también llamado el Justo), fue la causa del asedio a Jerusalén que les sucedió inmediatamente después de su martirio[30]. El juicio por crucificar y rechazar al Autor de la Vida era inminente, pero al parecer, la intercesión de Jacobo el Justo postergaba que los juicios vinieran, hasta que fue asesinado. Se consideraba a Jacobo, un varón extremadamente justo. Es Hegesipo, que además, nos relata en el libro V de sus Memorias que Jacobo oraba de rodillas por el perdón de pecados de su pueblo, y era tal la frecuencia de su oración, que sus rodillas se encallecían, llegando a ser parecidas a las rodillas de un camello (Eusebio de Cesarea [Trad. Maier, P.], 2010, p. 80). Es por esto que le conocemos hoy como “el rodillas de camello”.

HERMANO DE JESÚS.

Ahora, considerando que puede haber algún hermano o hermana que provenga del catolicismo y que piense que al decir “hermano del Señor” nos referimos a “pariente”, como un primo, vamos a considerar dos pasajes.

Mateo 13:55-56, que nos dice:

¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (RV 1960).

También Lucas 1:36, que señala lo siguiente:

Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril”. (RV 1960).

En el primer pasaje se nos señala que el Señor tuvo “hermanos” y también “hermanas”. Se nos dice que tuvo cuatro hermanos varones y más de una hermana, pues al decir en plural “hermanas” confirmamos esto. Los argumentos católico-romanos para señalar la perpetua virginidad de María incluyen entre sus teorías especulativas, que Jacobo y el resto, eran hijos de un matrimonio anterior de José. Otra teoría, que tiene carácter de ser más “erudita”, es argumentar que la palabra “hermano” se refiere a pariente, primo-hermano[31]. Pero el griego y el contexto de los versículos leídos de Mateo y Lucas para referirse a “hermanos”, “hermanas” y “parienta”, nos señala cosas distintas.

Cabe señalar que en determinados contextos las palabras “hermanos” y “hermanas” tienen significados metafóricos, como para hablar de “hermanos en Cristo”; en otros contextos, el significado es literal y es para referirse a hermanos biológicos y/o medios hermanos; y en otros casos, es usado como una referencia común a simples parientes o compatriotas. En Chile podemos entender esto muy bien, nosotros lo cristianos llamamos a los que han sido regenerados por el Espíritu Santo, “hermanos en la fe”; también tenemos hermanos biológicos y/o medios hermanos; y además, sabemos que es moda llamarse entre personas del mundo, “hermanos”, y no solo señalando a “mejores amigos”, sino a otros compatriotas con los que no se conocen entre sí. Yo he escuchado a personas llamar “hermano” a otros desconocidos que los están agrediendo. Si se dan cuenta, “hermano” es usado en tres escenarios distintos: entre los que son creyentes, entre consanguíneos y entre coterráneos[32].

Ahora bien, en Mateo no vemos al escritor dando un testimonio apostólico respecto a la familia biológica del Señor Jesús, por lo que no vemos un lenguaje metafórico ni es algo espiritual, sino que Mateo está registrando lo que se decían unos a otros los vecinos que conocían a Jesús de Nazaret, cuando vieron la sabiduría y los milagros que hacía. El testimonio que registra Mateo de ellos, es denotativo[33], es decir, lo que ellos sabían y conocían de su vecino. Es por esto que el versículo 55 parte mencionando al padre que ellos le conocían, José el “carpintero”, luego llaman por su nombre a su madre “María” y de la misma manera, llaman por nombre a “sus hermanos”, o como dice la expresión griega οἱ ἀδελφοὶ αὐτοῦ (jo adelfós autós), que en su traducción al español es literalmente “los hermanos de Él”, mostrando que se referían a su familia en la carne, de Él específicamente y no de otro; aquellos varones que relacionaban biológicamente con Él[34]. Después, el versículo 56 nos señala literalmente hacia “las hermanas de Él”, es decir, αἱ ἀδελφαὶ αὐτοῦ (jo adelfés autós). Indicando que eran mujeres que ellos conocían y que estaban relacionadas biológicamente con Él (según pensaban ellos, de padre y madre). La referencia de los vecinos nos describe a la familia biológica de Jesús de Nazaret.

Por otro lado tenemos a Lucas que registra las palabras que el ángel le dijo a María al anunciarle la concepción virginal del Hijo de Dios, y para hablar de una familiar, no hermana, a la que se refiere como “parienta” la versión Reina-Valera 1960, se utiliza la expresión griega ἡ συγγενίς σου (jo sungenés sú), que literalmente se traduce “la parienta de ti”, no hermana, sino una pariente cercana o incluso lejana. Ahora, otra cosa que creo demasiado importante es que Lucas sí hace diferencia entre adelfé y sungenés, y en Lucas 14:12, registró al detalle las diferencias entre amigos, hermanos, parientes y vecinos. Miremos lo que dice:

Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.” (RV 1960).

Otra cosa que es importante considerar, adicionalmente a lo antes señalado, es el pasaje de Lucas 2:7, que dice refiriéndose a María y Jesús:

Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (RV 1960).

Nótese la palabra primogénito, no dice unigénito. Si fuera unigénito, significa que fue el único hijo que María dio a luz; sin embargo, Lucas, un hombre culto, el médico amado (Col. 4:14), registró “su hijo primogénito”, del griego πρωτότοκον (prototokos), es decir, literalmente el primer engendrado, el primero de sus hijos. El Señor Jesús, como Dios Hijo, es el Unigénito del Padre (Jn. 1:18). Unigénito proviene del griego μονογενὴς (monogenés), y la idea literal, es que es el Único engendrado de Dios. El Señor Jesús es por lo tanto, en cuanto a Dios Hijo, el Unigénito de Dios, pero en cuanto a Su encarnación, el primogénito de María, el primero de sus hijos. Jacobo,  fue pues el segundo hijo, engendrado de José, marido de María.

Por lo tanto, concluimos que el autor humano de esta epístola, fue Jacobo, el hermano del Señor (Ga. 4:14), quien fue conducido por el Espíritu Santo a redactar este documento. Creo que por ahora ya tenemos suficiente como primera introducción a esta epístola. Gracias al Señor por su suministro.

 

 


[1] Carballosa, E., 2014. Santiago, Una Fe En Acción. Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz.

[2] Blomberg, C., 2011. De Pentecostés A Patmos. Miami, Fla.: Editorial Vida.

[3] Trenchard, E., 2014. Comentario Expositivo Del Nuevo Testamento. Barcelona: Editorial CLIE.

[4] Iafrancesco, G., 1996. Isagogia Jacobea. 3ª Ed. Bogotá D.C.: Edición Autoral.

[5] Meireles, D., 2015. Santiago: Prueba, Madurez Y Reino. 1ª edición en español. Santiago, Chile: Editorial Piedad, p. 11.

[6] También conocida como Tanaj. El Canon Judío, es decir, el Antiguo Testamento se compone de tres secciones, llamadas T’nak, lo cual es la abreviación de T, N, K (Toráh, N’Viim, Ketuvim).

[7] En hebreo qaneh.

[8] González, J., 2009. Historia Del Cristianismo. Miami: Unilit, pp.79-82.

[9] Al decir Iglesia no nos referimos a alguna institución y/o denominación, sino a todos los hijos de Dios de la historia y el mundo. En este caso, a todos los hijos de Dios vivos en aquel entonces.

[10] Romanos 1:1-5; Efesios 3:5; Hebreos 1:1-3; 2 Pedro 3:1-2.

[11] Lacueva, F., 2008. Diccionario Teológico Ilustrado. Barcelona: Editorial CLIE.

[12] Por ejemplo, los gnósticos. No confundir con agnósticos. 1 Juan.

[13] Por ejemplo, el judaísmo. Gálatas, entre otras citas.

[14] Lacueva, F., 2008. Apócrifos y Apócrifos, Evangelios. En: Diccionario Teológico Ilustrado. Barcelona: Editorial CLIE, pp.64-65.

[15] Comfort, P. & Serrano, R., 2018. El Origen De La Biblia. Los apócrifos del Nuevo Testamento. Carol Stream, Ill.: Tyndale House Publishers, Inc., pp. 91-96.

[16]  González, J., 2010. Tradición. En: Diccionario Manual Teológico. Barcelona: Editorial CLIE, pp.284-285.

[17] González, J., 2009. Historia Del Cristianismo. Miami: Unilit, p.122.

[18] Apócrifo: 2 Macabeos 12:39-46.

[19] Apócrifos: Tobías 12:9; Eclesiástico 3:30.

[20] Eusebio de Cesarea, (Trad.) Maier, P., 2010. Historia De La Iglesia. Libro 3, 25, Escritos canónicos y no canónicos. Michigan (Estados Unidos): Editorial Portavoz, p.112.

[21] 2 Pedro, 2 y 3 de Juan, Apocalipsis, Santiago.

[22] De acuerdo a la definición de la RAE, apócrifo es: Del lat. tardío apocry̆phus, y este del gr. ἀπόκρυφος apókryphos ‘oculto’.

  1. adj. Falso o fingido. Un conde apócrifo.
  2. adj. Dicho de una obra, especialmente literaria: De dudosa autenticidad en cuanto al contenido o a la atribución.
  3. adj. Dicho de un libro de la Biblia: Que no está aceptado en el canon de esta. Los evangelios apócrifos.
    ASALE, R., 2020. Apócrifo, Apócrifa | Diccionario De La Lengua Española. [En linea] «Diccionario de la lengua española» – Edición del Tricentenario. Disponible en: <https://dle.rae.es/ap%C3%B3crifo> [Acceso el 19 abril 2020].

[23] Lacueva, F., 1990. Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español. Terrassa: CLIE.

[24] Tampoco James (en inglés), ni Tiago (en portugués).

[25] No se está diciendo que este Jacobo es el autor de la epístola, solo se intenta mostrar como el nombre Jacobo se sustituye erradamente por Santiago. Sea el Jacobo que sea.

[26] Que no siempre están bien terminadas donde corresponde.

[27] Nota 126 de la Edición III.

[28] Apócope: 1. f. Fon. Supresión de algún sonido al final de un vocablo, como en primer por primero.
ASALE, R., 2020. Apócope | Diccionario De La Lengua Española. [online] «Diccionario de la lengua española» – Edición del Tricentenario. Available at: <https://dle.rae.es/ap%C3%B3cope> [Accessed 23 April 2020].

[29] Josefo, F., 2013. Antigüedades De Los Judíos. Barcelona: Alfonso Ropero, CLIE, p.754.

[30] Eusebio de Cesarea, (Trad.) Maier, P., 2010. Historia De La Iglesia. Libro 2, 23, El martirio de Jacobo, el hermano del Señor. Michigan (Estados Unidos): Editorial Portavoz, pp. 81-82.

[31] Pérez Millos, S., 2009. Comentario Exegético Al Texto Griego Del Nuevo Testamento, Mateo. Barcelona: CLIE, pp.938-942.

[32] Y de seguro que hoy, en el 2020, hay otros usos.

[33] Significado propio de una palabra o una expresión sin matizaciones subjetivas.

[34] Aunque nosotros entendemos que eran medios hermanos, así como José su padre adoptivo.