(Texto) 15. Estudio a la epístola de Jacobo – La fe y las obras según Jacobo (2:14-26). Parte 1

 

Amados hermanos, la gracia y la paz de nuestro Señor Jesús el Cristo sean con todos ustedes. Antes de comenzar invoquemos al Señor, oremos y encomendémonos a Él.

[…][1]

Doy gracias al Señor por permitirnos y ayudarnos en el estudio de esta epístola. Durante esta lectura hemos estudiado y visto diversos temas, desde la identidad del Hijo, la prueba, la tentación, el desierto, el conocernos, el conocer al Señor, el tener una vida religiosa viva, el tener cuidado con el menospreciar a los hermanos, etcétera.

UNA PERÍCOPA MAL ENTENDIDA.

Hoy, si el Señor nos lo permite, entraremos a considerar una perícopa[2] que es de las más complicadas de la epístola de Jacobo. Esta sección ha sido muy controversial a lo largo de la historia. Se dice que fue esta porción la causante de que esta epístola fuera catalogada de antilegomena[3] al momento que se estaba identificando el canon del Nuevo Testamento. También se cree que fue esta perícopa, mal entendida por Lutero, la que llevó a éste a considerarla una “epístola de paja”[4]. Mis hermanos, por lo tanto, tendremos que estudiar esta sección con mucho cuidado.

Ahora bien, debemos recordar que el problema de Lutero no fue la Santa Palabra de Dios, sino su forma de leer. Y así, de la misma manera, muchos cometemos ese error, pues tenemos en mente cierta contradicción entre las obras y la fe, como si fueran enemigas. Como si Pablo fuera enemigo de las obras y Jacobo fuera enemigo de la fe que habla Pablo. Pero no es así, ambos esclavos de Cristo tratan estos temas desde distinto ángulo. Y Dios mediante, vamos a ir observando esto.

LAS ESCRITURAS Y EL “¿CÓMO LEES?”.

Mis hermanos, no debemos olvidar que nosotros podemos cometer este error, si usted al leer la epístola “encontró” algo contradictorio a lo que sabe respecto a la salvación, esto es debido a que usted está leyendo mal; pues la forma de leer es muy importante, no seamos de los que son superficiales en la lectura y cuando ven algo en el Texto que no les cuadra en sus ideas personales, culpan a las Escrituras en vez de pensar en que hay algo malo en su manera de leer. Si algo que estoy leyendo en las Escrituras me parece contradictorio con algo que he leído o sabido de ella misma, el problema no es la Biblia, el problema es mio. El problema es cómo estoy leyendo. En Lucas 10:26 el Señor le pregunta a un escriba:

“Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” (RV 1960).

¿Se da cuenta la pequeña pero fundamental pregunta? Es importante el cómo estamos leyendo. Si venimos con ideas preconcebidas al Texto podemos cometer errores y peor será si ni siquiera leemos la Biblia. Es por eso que nosotros debemos ser personas de la Biblia, lectores de la Biblia y leer bien la Biblia. Debemos ser conocedores de la Biblia y defensores de la Biblia. Debemos, además, confiar en la suficiencia de la Biblia como revelación y lámpara de Dios para nuestro camino. Nada,  absolutamente nada, debería reemplazar en la iglesia la lectura de la Biblia, ni siquiera los predicadores. Ponga atención al leer esto, por favor. Los hermanos que compartimos la Palabra no somos la Biblia. Tenemos una responsabilidad con la Biblia, tenemos que decir y enseñar a la iglesia lo que dice la Biblia; pero esto no quiere decir que la iglesia está exenta de la responsabilidad de conocer la Biblia. Tampoco las experiencias de la vida cristiana deben reemplazar la responsabilidad del cristiano con la lectura de la Biblia, ni los dones espirituales, ni los sueños, ni las profecías que se digan en una reunión. Mis hermanos, debemos saber que todos tenemos como responsabilidad básica leer la Biblia (Jos. 1:8; Col. 3:16; 2Ti. 1:13; 3:15); porque si algún predicador dice algo que no corresponde, la iglesia debe darse cuenta, por el Espíritu y la Palabra, del error cometido (1Ts. 5:21; 1Jn. 4:1; Ap. 2:2). La iglesia debe examinar y decirle al hermano, con respeto y por amor a los oyentes nuevos: “¿Está seguro que dice así?”. Así la iglesia da la oportunidad al hermano que está exponiendo de corregir lo dicho, de darse cuenta que lo dijo mal. Esto es sano y puede ayudar a prevenir grandes disparates y herejías.

ALGUNAS HEREJÍAS Y LA IGNORANCIA.

Muchas veces se han levantado movimientos herejes por causa de que la gente ignora los Santos Textos. Por ejemplo, uno de los movimientos herejes modernos más disparatados, es el llamado “Ministerio creciendo en gracia”, del finado José Luis de Jesús Miranda, un hereje.  Este tipo, utilizando de mala manera la Biblia, les decía a las personas que él era “Jesucristo-Hombre” y que además, al mismo tiempo, era el “Anticristo”. Las personas que lo seguían -que por cierto no son víctimas, sino que tienen comezón de oír (2Ti. 4:3) y se han ido en pos de sí mismos (Ro. 16:18)- llegaron a tatuarse en la mano derecha una marca, el número “666” y, en la mano izquierda, las letras “SSS”.  Hace algunos años leí que en Colombia marcaron cerca de 10.000 personas. Los he visto incluso hacer proselitismo en Chile.  Este hombre llegó a decir que el pecado y el diablo ya no existen, porque fueron exterminados en la cruz[5]. Decir esto es irse en contra de la Santa Palabra de Dios, pues en 1ª Juan 1:8, respecto al pecado,  dice:

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” (RV 1960).

¿Lo ven? Este tipo de herejías nace de hombres que tuercen los Textos y de una audiencia que no los conoce y acepta todo sin examinar. Es común que este tipo de herejías venga de hombres que buscan enriquecerse, que buscan un lugar; sin embargo, también han nacido herejías de personas que eran honestas, pero que ignorando los Textos hicieron doctrinas de experiencias personales que no entendieron. Es el caso del llamado “Movimiento de santidad” de Phoebe Palmer[6]. Después de una experiencia personal a la que se le llamó “segunda bendición”, Phoebe Palmer comenzó a decir que era posible una santificación plena, mediante la erradicación del pecado que se obtenía de dicha experiencia. Se decía que el cristiano entraba en una crisis donde era empujado a buscar una santificación completa. Entre 1857 y 1858, la señora Palmer realizó cada martes una serie de reuniones para ayudar en la espiritualidad y perfeccionamiento de los que, al igual que ella, querían caminar en integridad y santidad. Como verá, todo esto partió con la experiencia de la hermana Palmer, la que se volvió una doctrina sin previo examen de lo que decía el Texto, pues no se consideró -por ejemplo- que el apóstol Pablo dijo:

“… el pecado mora en mí” (Ro. 7:17, 20, RV 1960).

Y Juan advirtió que:

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos” (1Jn. 1:8, RV 1960).

Es un hecho que el cristiano ha de ser santificado por completo (2Co. 7:1; 1Ts. 5:23; Heb. 12:10, 14; Ap. 22:11), pero nunca es pensando que el pecado es erradicado de nosotros, pues esto ocurrirá sólo cuando el Señor vuelva y recibamos con Él, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). Los hermanos del Movimiento de santidad de Phoebe Palmer, se sorprendían siendo tentados, pecando y cuando buscaron ayuda se les dijo que eso no era pecado, sino un error, una falta. ¡No se daban cuenta que estaban menospreciando la Palabra de Dios y la sangre de nuestro Señor Jesucristo como provisión efectiva! Oh, mis hermanos, jamás debemos divorciarnos del Texto, nuestro caminar siempre debe ser con las Escrituras, nunca debe ser sin las Escrituras. Incluso la autoridad de los ancianos en la iglesia local está sujeta a las Escrituras, pues ellos deben caminar por el Espíritu y la Palabra. Con esto debemos entender que la máxima autoridad en la iglesia no son los ancianos, sino la Palabra y el Espíritu Santo. Los ancianos son representantes de la autoridad que el Señor ejerce en cada iglesia local mediante el Espíritu Santo y las Escrituras; y ellos, deben encaminar y dirigir mediante la Palabra y el Espíritu a los santos, no de acuerdo a opiniones personales, pensando que son jefes y/o gerentes de una empresa dónde hacen y dicen lo que quieren. Nuestra sujeción y respeto a la autoridad de los ancianos y del gobierno secular, comparte un principio: que se gobierne de acuerdo a la voluntad de Dios, a la moral de Dios, a la Palabra de Dios. Si no es así, entonces nosotros con mucho respecto diremos “no” (Hch. 5:29); y si andan conforme a la Palabra, con respeto nos sujetaremos y obedeceremos, pues de no hacerlo, nos rebelamos al Señor que les delegó la representación de Su autoridad[7].

La Palabra de Dios es fundamental conocerla, leerla, examinarla (solos y también juntos), entendiendo que Dios nos ha dejado en las Escrituras Su revelación especial y oficial; además de habitarnos el Espíritu Santo que también quiere enseñarnos, recordarnos e iluminarnos. No caigamos en el menosprecio al Espíritu y las Escrituras, son suficientes para encaminar a todo cristiano honesto.  Como ejemplo negativo de esto, tenemos al catolicismo romano que llegó al extremo del menosprecio al Espíritu y la Palabra, reemplazándolos por hombres, atribuyéndole infalibilidad a un hombre de carne y sangre como nosotros, pecador como nosotros y atribuyéndole autoridad por sobre las Escrituras. Existe una cita muy popular respecto a esto, obtenida de la llamada Prompta Bibliotheca escrita por un franciscano de nombre Lucio Ferraris:

“El Papa es como si fuese Dios en la tierra, sólo soberano de los fieles de Cristo, principal rey de reyes y señor de señores, que tiene la plenitud del poder, a quien Dios el Omnipotente le ha confiado no solo la dirección de lo terreno sino también del reino celestial. El Papa tiene tan grande autoridad y poder que puede modificar, explicar, abolir, interpretar o cambiar aún las leyes divinas.”[8]

Tremenda herejía, ¿cierto, hermanos? Es por esto que la iglesia no debe ser ignorante de las Escrituras, porque los hermanos que predicamos no somos la Biblia ni tampoco podemos decirlo todo. Esto no quiere decir que no necesitamos el ministerio de la Palabra, pues lo necesitamos; pero no podemos pensar que oír a los hermanos predicar nos exime de la responsabilidad de leer las Escrituras, puesto que los hermanos que nos comparten la Palabra necesitan que los oyentes conozcan los Textos, para que cuando ellos digan algo que no es correcto, la iglesia, atenta, pueda corregir en amor y mansedumbre. Es así que debemos ser responsables con leer las Escrituras. Esta es la que nos debe conducir por el Espíritu en la presencia de Dios; y los hermanos que compartimos, debemos mostrar la luz que en sus páginas se muestra.

Así es que debemos ser responsables con la Biblia y al mismo tiempo dejar que el Señor nos enseñe, que el Espíritu nos guíe en la lectura y si hay algo que no nos cuadra, sigamos leyendo, en algún momento la Palabra nos mostrará cuál es el “puente” entre un extremo y otro. Pero no dudemos de la inerrancia e infalibilidad de las Escrituras. La Biblia no se contradice a sí misma. Es la Santa Palabra del Dios Infalible e Inerrante. El problema siempre está en los lectores, que leemos mal o con ideas torcidas en mente. Por eso, la pregunta es “¿Cómo lees?”. El Texto es santo, el Texto es infalible en sus autógrafos e inerrante, no se contradice en nada. Cuando nos parece que hay “problemas” con el Texto, el problema siempre es humano, del que lee o del que tradujo. Por eso es que hay tantas versiones disponibles, ninguna mejor a otra, sino que complementarias. Gracias al Señor por esto.

LA FE Y LAS OBRAS.

Entonces, dicho lo anterior,  abramos nuestra Biblia en la epístola de Jacobo (o Santiago), capítulo 2, y leeremos desde el versículo 14 al 26. La lectura la haré en la versión Reina Valera de 1960:

14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?…” (Negritas añadidas por el autor).

Antes de continuar con el versículo 15, debemos saber que aquí la idea del texto griego debería entenderse así: “¿Podrá esa [clase de] fe salvarle?”. La revisión de 1977 de la Reina Valera traduce correctamente “¿Acaso podrá esa fe salvarle?”. Jacobo habla de esta clase de fe como quien menciona una fe falsa. No se refiere a la fe que habla Pablo, sino una fe que el hombre dice tener y que no es la fe cristiana normal. Realizada esta aclaración, continuamos leyendo en la versión de 1960:

  “15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” (RV 1960).

En este texto que acabamos de leer, nos damos cuenta que en reiteradas oportunidades se habla de fe y obras. Esto nos permite tener presente los asuntos que se tratan en esta perícopa. El tema es la fe y las obras. En ese orden y relación, la fe y las obras.

ANTERIOR A LAS EPÍSTOLAS PAULINAS.

Al respecto, lo primero que diremos es que Jacobo nunca, pero nunca, está contradiciendo las epístolas de Pablo. Es más, cronológicamente, la epístola de Jacobo es anterior a las epístolas paulinas, por lo que si existiera algún intento de alguien en refutar alguna idea, no sería Jacobo a Pablo. Por lo tanto, si alguno piensa que Jacobo escribió intentando contradecir a Pablo se equivoca, pues esta epístola es anterior a los escritos canónicos de Pablo. Esto la erudición lo sabe, es más, la Biblia Textual, en su cuarta edición, puso a la epístola de Jacobo como la primera que sigue al libro de Hechos, pues en orden cronológico, se cree que Jacobo fue el primero en escribir después de los Evangelios.

COMPLEMENTARIOS NO CONTRADICTORIOS.

Ahora bien, ambos hermanos hablan de la fe desde un ángulo distinto pero no contradictorios entre sí, sino complementarios. Digamos que Pablo mira el asunto de la fe desde su aspecto jurídico, en cuanto a la justificación delante de Dios; y  por otro lado, vemos que Jacobo mira el resultado de esta fe que justifica delante de los hombres. Permítanme hacer un dibujo que lo ilustre:

 

EL ASPECTO VERTICAL Y HORIZONTAL DE LA FE.

En la imagen vemos un aspecto vertical y otro horizontal de nuestra santísima fe. El aspecto vertical, es el aspecto que con mucha profundidad toca Pablo, él nos habla de este aspecto en cuanto a salvos por gracia mediante la fe en el Señor Jesús (Ef. 2:4-8), y esto, es delante de Dios. Luego, el aspecto horizontal de la fe, es aquel del que con mucho detalle nos habla Jacobo, y es el fruto de la fe que me salvó y que vivo delante de los hombres (Ro. 7:4). Ruego al Señor que se entienda bien lo que estoy explicando.

Pablo nos enseña que, delante de Dios, una fe genuina es aquella que cree de todo corazón en el Hijo de Dios y tiene fruto delante de los hombres (Mr. 16:16; Ro. 10:9); esta fe genuina es confirmada por Dios, quien examina nuestros pensamientos e intenciones (Sal. 26:2; Jer. 11:20; 1Cr. 28:9, 29:17; Ro. 8:27; 1Co. 2:10; Ap. 2:23) y nos confirma dándonos el Espíritu Santo cuando de todo corazón hemos creído (Hch. 19:2; Ga. 3:2). Esto quiere decir que el Señor da el Espíritu confirmando la fe genuina en el Hijo (Jn. 7:39); con esto entendemos que puede suceder que alguien diga creer, pero no tiene el Espíritu de Dios (Ro. 8:9) y, si esto es así, quiere decir que la supuesta fe no resistió el examen del Señor, que todo lo escudriña (1Co. 2:10), catalogando esa clase de fe como infructuosa, muerta y falsa. Es por esto que puede haber personas que asisten a las reuniones de la iglesia y no son salvas. Con relación a esto último, ¡he aquí la importancia del aspecto horizontal de la fe!

Este aspecto, tiene relación a los resultados de la fe viva, el fruto que proviene de la habitación del Espíritu en aquel que ha creído genuinamente y según Dios (Ga. 5:22; Ef. 5:9). Por sus frutos se conoce el árbol (Mt. 7:16-17), es clara esta verdad bíblica que se ha vuelto un sabio refrán que nos permite recordar. Ahora, estamos conscientes que algunos piensan que las evidencias de la fe y de tener el Espíritu de Dios son las manifestaciones llamadas “carismáticas”; es decir, los dones del Espíritu, especialmente el hablar en lenguas. Pero déjenme decirles que esto no es así, por lo menos por tres razones:

1) Conozco personas que han fingido hablar en lenguas. Esto ha ocurrido bajo la presión de demostrar que han nacido de nuevo, ante la insistencia y menosprecio de quienes sostienen que “si no hablas en lenguas, no tienes el Espíritu”.

2) Se sabe de casos de espíritus inmundos hablando en otros idiomas en boca de poseídos y de casos de hipnotismo. No estoy poniendo en duda la continuidad del don de lenguas, ni  tampoco estoy diciendo que un hijo de Dios en Cristo pueda ser poseído, sólo estoy diciendo que el hablar en lenguas no es algo exclusivo de los hijos de Dios, como si el diablo esto no pudiera fingirlo e imitarlo para engañar.

3) No todos los hijos de Dios hablan en lenguas (1Co. 12:30)[9].

Aparte de lo anterior, debemos tener presente que una cosa es un don espiritual, una manifestación carismática; pero otra cosa es el fruto del Espíritu en nosotros (Ga. 5:22-23; Ef. 5:9). Este fruto se va dando progresivamente, de a poquito; y junto con esto, se van mostrando marcas o rasgos (por llamarlo de algún modo) de la presencia del Espíritu de Dios en la vida de un nuevo creyente; como por ejemplo, el hecho de tener una conciencia 100% operativa y sensible ante cualquier ofensa al Señor (1Jn. 3:19-21). Esto se comienza a ver cuando no se tiene la misma opinión que se tenía antes respecto al pecado y a la manera caída que se tenía para vivir en este mundo. Incomoda la maldad que se descubre, avergüenza recordar el pasado y el pecado cometido contra Dios (Ro. 6:21). El pecado avergüenza. El Espíritu nos amonesta al pecar, nos arrepentimos y nos volvemos al Señor (Jn. 16:8). Deseamos estar con hermanos (Hch. 2:42) y les amamos en Cristo (1Jn. 3:14). Cosas sencillas como estas son evidencia de una fe genuina y aprobada por Dios, que nos muestra que el Espíritu nos habita. Incluso el hecho de poder confesar libremente que “Jesucristo es el Señor”, es parte de tener al Espíritu Santo habitando en nuestro espíritu (1Co. 12:3). Hemos visto muchas veces personas (no-creyentes) que cuando se les pregunta si pueden confesar que “Jesucristo es el Señor” se resisten, porque el espíritu caído en ellos se los impide.

También ocurre que hay hermanos en los que se ve clara y rápidamente aparecer el fruto de la vida del Señor; pero hay otros hermanos que de a poquito se va viendo. Tengamos cuidado, pues a veces uno tiene un ojo malo y sólo ve lo deficiente, lo caído, y no pone atención a las pequeñas cosas que el Espíritu Santo va provocando en los nuevos creyentes. No ve las marcas ni los rasgos del Espíritu habitando. Déjenme contarles algo, para ilustrar esto. Conozco un creyente nuevo y sé que el Espíritu del Señor está en él, pues aunque él ha llegado recién a la fe y aún se le salen palabras groseras, o aún se enfurece fácilmente, han ocurrido cosas en su vida que no provienen de él; como por ejemplo, sacar el TAG para sus vehículos[10] sin que nadie se lo pidiera, siendo que toda la vida pasó por la autopista sin su patente vehicular, ocultándola. O cuando después de perder los estribos se entristece y a su hija -que es hermana en la fe- comienza a contarle que está arrepentido, que se da cuenta que no debería hacer eso. Pequeñas cosas que son el resultado de una fe genuina y que muestran al Habitante Santísimo que ahora tiene en su ser y que le corrige en su manera de vivir.

A veces por tener el ojo malo queremos apresurar las cosas, porque vemos muchas cosas pecaminosas que nos molestan en los hermanos nuevos. Así comenzamos a cargar a los hermanos, a exigirles santidad, ocasionando que ellos se miren a sí mismos y se vean tan pecadores en comparación con otros hermanos que tienen más camino recorrido. Entonces se frustran y entristecen, y quisieran lograr ciertas cosas que sólo el fruto de la vida del Espíritu por la Palabra puede hacer en uno. Les contaré algo personal para ilustrar esto. Mi último diente de leche se me cayó a los 13 años. Una verdadera rareza que sirve de ilustración. Resulta que el último diente era un canino, y a esa edad, uno es más susceptible al parecer de las personas, te importa mucho el cómo te ves. Resulta que comencé a notar algo negro en el colmillo y que comenzó a crecer. A medida que crecía, me entristecía mucho. Se me comenzó a ver al hablar, no podía sonreír tranquilo, me avergonzaba aquello porque era una picadura negra. Todos la veían y la miraban cuando hablábamos, y hasta se lamentaban por mí. Esto fue tan desagradable y triste, hasta que tuve que ir al dentista. Yo sabía que era un diente perdido y pensaba que era definitivo, así que a esa edad me imaginaba con un diente menos y me avergonzaba ir al colegio. Cuando llegué al dentista y me evaluó, sentí una alegría muy grande cuando me dijo: “Pero este es un diente de leche”. El saber que se caería sólo y sería reemplazado por uno nuevo y definitivo, me alegró tanto. Ya me daba lo mismo lo que se cayera, tenía la esperanza que sería reemplazado. De la misma manera, hermanos, nosotros debemos saber que podemos avergonzar o darle esperanza a un hermano que, en su manera de vivir, aún no deja ciertas cosas mundanas, o habla de cierta manera, o viste de una forma que nos incomoda, etcétera. Debemos orar, predicar la Palabra y confiar que, en algún momento, por la vida del Espíritu y la Palabra, todas esas cosas caerán y serán reemplazadas por la vida del Hijo en nosotros. Por ende, no debemos mirar a los hermanos sin esperanza, sino tener paciencia, soportarlos sabiendo que como los dientes de leche, así esas cosas pasarán y serán reemplazadas por la vida, pues recibimos el Espíritu y tenemos Su Palabra.  Porque si recibimos al Espíritu, debido a la fe genuina en el Hijo de Dios, hemos recibido una nueva vida para vivir (Ga. 2:20), haciéndonos participantes de la naturaleza divina (2P. 1:4)[11], luchando con nosotros contra la naturaleza caída que cargamos, para que no vivamos como en la carne se nos propone (Ga. 5:17)[12], sino conforme al Espíritu (Ga. 5:16; Ro. 8). Este aspecto que se ve, es el horizontal, delante de los hombres.

LA OBRA DE LA FE ES GLORIA DE DIOS.

El lenguaje de Pablo en sus epístolas es profundo, él, por el Espíritu habla de realidades espirituales, de lo alcanzado por el Señor para nosotros. Gracias al Señor por esto. Jacobo, por su parte, nos habla en relación a lo que la fe genuina provoca en los hijos de Dios. No nos habla de las realidades espirituales, sino del fruto de estas realidades espirituales delante de los hombres. Y lo que habla, podría relacionarse a lo que Pablo en Romanos 6:12-13 nos dice. Mire lo que allí se nos dice y cómo se nos muestra que Jacobo es complemento de Pablo. Dice:

12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” (RV 1960).

Este es el aspecto práctico de la fe que Jacobo sabe exponer didácticamente con imágenes vividas. Para explicar estos pasajes de Pablo, respecto al ejercicio de nuestra voluntad en el vivir la vida cristiana, necesitamos ir a Jacobo, quien es muy práctico para esto. Así nos damos cuenta el complemento que es el uno del otro. Son ministerios complementarios. Permítame un parecer personal de esto, una digresión.

UN PARECER RESPECTO A LOS MINISTERIOS COMPLEMENTARIOS.

Los principales esclavos del Señor (como ellos decidieron llamarse), aquellos apóstoles registrados en las Escrituras y que fueron instrumentos para los Santos Textos del Nuevo Testamento, son diferentes uno del otro, pero complementarios respecto a los ministerios de la Palabra dados por el Señor y registrados en Efesios 4:11. Me refiero a que Pedro, por ejemplo, tenía una gracia y característica de evangelista (Lc. 5:10; Hch. 2:14-41; 10:25-48); Juan, sin embargo, era más profeta, incluso la forma de hablar es similar a la de los profetas del Antiguo Testamento, y tiene un libro completo de profecías (Ap. 1:3); Jacobo, por otro lado, tiene esa gracia del ministerio pastoral, incluso fue anciano en la iglesia en Jerusalén (Hch. 21:18; Ga. 2:9); y Pablo, finalmente, era maestro (2Ti. 1:11), enseñaba las cosas en profundidad y con detalle, pero el complemento de esta enseñanza espiritual, se encuentra en Jacobo, que como pastor, es muy didáctico y práctico, como para explicar las cosas en el diario vivir. ¿Se da cuenta? No son ministerios inferiores y superiores, sino complementarios uno del otro.  La multiforme gracia de Dios. Con esto finalizamos esta corta digresión.

LA FE ES GLORIA DE DIOS.

Entonces entendemos que lo que hace Jacobo es explicar la verdadera vida cristiana que proviene de una fe genuina. Jacobo profundiza en aquellas cosas que tienen que ver con el fruto de la fe viva. Con el aspecto horizontal de la fe, no el aspecto vertical que nos salva del infierno y la condenación eterna delante de Dios, sino ese aspecto que muestra a los hombres una fe genuina que glorifica a Dios. Y este es el tema importante aquí. Esta es la razón por la cual Jacobo nos está mostrando todo esto: la gloria de Dios.

Mis hermanos, esto es importante, porque Dios no recibe gloria sólo de las alabanzas o cánticos que con nuestra boca entonamos; sino que además recibe gloria de la vida que vivimos delante de los hombres, producto de una fe genuina. Mire, lea conmigo Mateo 5:16, allí nos dice:

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (RV 1960).

¿Se da cuenta? Dios recibe gloria de lo que voluntariamente cantamos, pero no sólo recibe gloria de esto, sino que también recibe gloria de las obras que provienen de la vida de una fe genuina delante de los hombres. Ahora bien, no es obrar por obrar; sino las obras como el resultado de la verdadera fe. Si ustedes lo han notado, el orden que le da Jacobo es fe y obras. Primero la fe y luego obras. Esto quiere decir que las obras son producto de esa fe. En 1ª Tesalonicenses 1:3, Pablo menciona esto, diciendo:

“acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (RV 1960, negritas añadidas por el autor).

Como verán, hay obras que nacen de la fe, son el resultado de la fe genuina; son las obras de nuestra fe. Esta fe viva y verdadera va provocando obras en el cristiano, de todo tipo. La fe genuina en el cristiano provoca obras en él, obras que se ven en lo personal y otras que van apareciendo delante de los hombres. Obras de caridad, obras de compasión por las personas, por los hermanos, por el desvalido, por la viuda, por el huérfano, por el pobre, diferentes aspectos de la obra de nuestra fe que son impulsadas por el amor de Dios. ¡Y esto está diciendo Jacobo! Nos llama la atención a estas obras, como diciendo: “Si realmente creyeron, mis hermanos, si realmente han vuelto a nacer, su fe no tiene que estar encerrada, no tienen que decir: ‘Soy salvo y es suficiente’, sino que deben dar gloria al Señor por medio de la vida de la fe”. Jacobo quiere que no solo nos conformemos con ser salvos delante de Dios, sino que vivamos vidas de salvos delante de los hombres; pues Dios recibe alabanzas y gloria debido a esto. Como dijo Romeu Bornelli[13]:

“Nosotros, los cristianos, leemos la Biblia; pero la Biblia que el mundo lee son los cristianos.” (Bornelli, 2011, p. 37).

Mis hermanos, el mundo va viendo a Dios, cómo es Dios, mediante las obras de la iglesia. Jesucristo, nuestro Señor, es la luz de la vida; y dice en las Escrituras que el Señor Jesús vino a mostrarnos cómo es el Dios invisible (Jn. 1:18; Col. 1:15; Heb. 1:1-3). Ahora, una vez que el Señor asciende al cielo, Él envía a la tierra al Espíritu Santo, como Compañero para una nueva vida, para que la imagen del Hijo se reproduzca mediante la iglesia (Mt. 5:14; Ro. 8:29). La iglesia es como la luna, ésta no tiene luz propia, sino que muestra la luz del sol que se refleja en ella. De la misma manera sucede con la iglesia. ¿Para qué? Para que Dios sea conocido, para que los hombres vean nuestras obras de fe y glorifiquen a Dios. Pero ha sucedido lo contrario, como lo que acontece con la llamada “Iglesia Católica” que se adjudicó el título de “Iglesia de Cristo”; pues las personas ven los escándalos que han salido a la luz estos últimos años, la corrupción, la perversión, las violaciones; y el mundo mira, llenándose de rencor contra ellos, pero también, contra el dios que dicen representar, contra el cristo que dicen seguir[14]. Aprendamos de estas cosas y sepamos que nuestras obras exponen el nombre del Señor Jesús, pues nuestras obras las ven los hombres.

Permítanme contarles una anécdota. Un día fui a ayudar a mi mujer a vender en su puesto de feria. Estábamos vendiendo zanahorias. De pronto llegó mi suegro, se puso tras de mí y miraba lo que hacía. De repente, tomé una bolsa con zanahorias, la pesé y había 950 gramos, a lo que mi suegro dijo: “¡Está justo!”, lo miré y le dije: “No, falta, tengo que completarlo”, entonces hice el kilo justo. Mi suegro me quedó mirando y dijo: “Al parecer eres de verdad”. ¿Por qué me dijo eso? Bueno, él me dijo esto debido a que muchos cristianos que él conocía, incluso familiares de él, lo habían decepcionado con sus malas obras y deshonestidades. Mi suegro había decidido nunca ser cómo ellos ni acercarse a la religión de ellos, pues no había ninguna diferencia entre ellos y él. Mis hermanos, los hombres están observando las obras que provienen de la fe que decimos tener; porque los hechos muestran la imagen de Dios, a quien decimos amar y servir. Por lo tanto, los ojos de los hombres están puestos en la iglesia, esperando las obras. Pero a veces ven las obras de la carne y dicen: “¿No es este el que se dice ser cristiano?”, cuando ocurre esto, por una de nuestras caídas, es triste. Duele el corazón, porque uno se da cuenta que es al Señor que está deshonrando, que está exponiéndolo a vituperio. Es al Señor que está avergonzando. Entonces necesitamos allí volvernos al Señor, pues somos para Su gloria. Debemos saber y tener presente, que nuestras obras, lo que vivimos y cómo vivimos delante de los hombres, es para que Él reciba alabanza. ¿Se dan cuenta lo práctico que es Jacobo? Tiene la capacidad de desmenuzar detalladamente aquello que Pablo dice en un versículo.

LA FE Y LAS OBRAS, NO AL REVÉS.

Mis hermanos, Jacobo nunca ha dicho que para tener fe hay que hacer obras; sino que está mostrando que si verdaderamente tenemos fe y Dios ha confirmado nuestra fe dándonos el Espíritu Santo, entonces habrá obras producto de esto. Jacobo nos está diciendo que vivamos la fe, que no seamos actores delante de un público; sino que nuestras obras demuestren a los hombres, la fe que tenemos delante de Dios. Jacobo lo dice en ese orden, fe y obras,  no al revés. No es hacer obras para tener fe, ni para recibir salvación, no. Vemos en las Escrituras el caso de los gálatas que comenzaron a creer que para ser salvos necesitaban cumplir la ley mosaica y que para recibir el Espíritu Santo debían cumplir la ley (Ga. 3:2-3). A esto Pablo respondió en duros términos, diciendo que cualquiera que predicara un evangelio diferente (si es que hubiera otro) sea maldito (Ga. 1:8-9).

Jacobo nos está diciendo que si la fe es validada por Dios, entonces habrá obras delante de los hombres. La fe genuina y testificada por Dios, siempre tendrá una acción u obra resultante, que demuestra la veracidad de esta fe delante de las personas. Jacobo nos está diciendo: “no solo profesen la fe, vivan la fe”. No seamos como aquellos que dicen ser cristianos, van el domingo a reunión, se comportan allí como religiosos, pero luego, fuera de allí viven vidas caídas, sin temor ni cuidado de la gloria de Dios. Porque esto es lo que importa de nuestras obras: la gloria de Dios. No estamos tratando el tema de tu salvación personal, estamos tratando el tema de la gloria de Dios. Porque para esto fuimos creados (Is. 43:7). ¿Quién vivirá así? ¿Quién vivirá para que Dios sea glorificado?

DE PROVECHO PARA LOS HOMBRES.

Jacobo pregunta:

“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?” (Stg. 2:14, RV 1960).

Como ven, el hermano del Señor nos está mencionando un “provecho”, porque la fe no sólo ha de tener un provecho propio delante de Dios, sino que la fe viva en nosotros viene a ser de provecho a los hombres. Mire la historia y vea cómo importantes universidades estadounidenses se fundaron por causa de los cristianos que, estaban interesados en aprender de Dios, de conocerlo, de entenderlo y de equiparse. El cristianismo es un beneficio para la sociedad y el Señor lo dice con las siguientes palabras:

“Vosotros sois la sal de la tierra…” (Mt. 5:13a, RV 1960).

¿Saben lo que hace la sal? La sal tenía un valor, servía de salario, pero además conserva, la sal preserva y esta es la razón por la que este mundo no termina de pudrirse, porque aún hay sal en esta tierra. En la historia de Sodoma y Gomorra se nos dice que antes de condenar y consumir a estos pueblos, Dios rescató al justo Lot. Y antes de ocurrir, Abraham negoció con Dios (Gn. 18:16-33), preguntándole por los justos, desde 50 hasta 10, y si hubiera existido esa cantidad de justos en Sodoma y Gomorra, Dios no los hubiera consumido, por causa de estos. Por causa de los justos no los hubiera consumido. Esa es la razón por la cual aún no viene el juicio final, porque aún hay sal en la tierra. Y el mundo mata a la sal, ¡qué necios! Por eso hay distintas iglesias en diferentes localidades, para preservación y misericordia. Les diré algo, cada comuna es preservada por causa de la iglesia en aquel lugar, representada por todos los hijos de Dios que han vuelto a nacer. Esto se ve en Éfeso, el candelero del lugar fue removido y la ciudad hoy yace en ruinas. ¡Qué fuerte es esto!

Que el Señor nos permita vivir para Su gloria y entender para qué fuimos llamados. Ese es el sentido de las obras de la fe. Esta es la fe genuina según Dios, la que tiene un aspecto vertical y también horizontal; es decir, que se ha examinado delante de Dios y que se demuestra espiritual y progresivamente delante de los hombres. Sirva esto como primera aclaración respecto a esta perícopa. Vamos a parar aquí, ya continuaremos con una segunda parte.

 


 

[1] Ora al Señor, ruega Su enseñanza y ayuda.

[2] La perícopa es el inicio y el final de un evento. Partiendo que hay un verso bíblico de donde inicia el relato y otro donde acaba. De esta manera entonces, que al interpretar un texto este debe interpretarse de acuerdo a la perícopa o contexto.

[3] Véase: INTRODUCCIÓN (I) JACOBO Y LA CANONICIDAD.

[4] Ibíd.

[5] En la comuna de Estación Central, Región Metropolitana, Chile, hace algunos años pusieron un cartel gigante que decía “El pecado y el diablo ya no existen”.

[6] Chen, C. (2011). El camino de la iglesia (pp. 155-162). Temuco: Aguas Vivas.

[7] Acerca de esto, tenemos una enseñanza titulada “No fui rebelde a la visión celestial”, por eso no entraremos en detalles; no es una enseñanza exhaustiva, pero es básica. Puede solicitarla enviando un correo electrónico a contacto@equipamientocristiano.cl

[8] Ferraris, L. (1746). Prompta Biblioteca Canónica, Jurídica, Moralis, Teológica, nec non Ascética, Polémica, Rubristica, Histórica. Artículo «Papa», tomo 6.

[9] Este pasaje que contiene preguntas retóricas de Pablo, demanda la respuesta negativa ante la pregunta: “¿hablan todos en lenguas?”. Pablo está mostrando que no todos hablan en lenguas.

[10] En Chile, TAG o Televía es el nombre dado por el Ministerio de Obras Públicas al dispositivo que permite el funcionamiento del sistema de cobro de las autopistas urbanas de Santiago, a través de la tecnología free flow o peaje en movimiento. El TAG contiene toda la información necesaria para identificar al dueño y su vehículo, permitiendo que la transacción del peaje sea de forma electrónica, lográndose una comunicación directa entre el dispositivo TAG y los pórticos de telepeaje instalados en cada autopista.

[11] Esto no es la “esencia” sino “naturaleza”, que tiene que ver con la forma de actuar, de comportarse.

[12] A través de este pasaje nos damos cuenta que no tenemos una libertad “neutral” del pecado y del Señor, sino que nuestra libertad es para decidir quién nos gobernará: el pecado o el Señor. Somos libres, pero libres para escoger a quién obedeceremos.

[13] Bornelli, R. (2011). Visión y Vocación. Temuco: Aguas Vivas.

[14] Nótese las minúsculas; pues el verdadero y único Dios, y Su Cristo, no son como se les ha representado.