(Texto) 3. Estudio a la epístola de Jacobo – Introducción III – Esclavo de Dios y del Señor Jesús.

RESUMEN.

Hasta el momento, hemos realizado dos introducciones donde hemos tratado asuntos tales como el autor humano, que fue instrumento del Espíritu Santo para la redacción de esta epístola. También hablamos del parentesco directo que Jacobo tenía con el Señor, según la carne, al ser hermano biológico por parte de madre (Mt. 13:55-56; Lc. 2:7). Vimos que este Jacobo, siendo hermano del Señor, no creía en Él, al igual que Sus otros hermanos biológicos (Jn. 7:1-9); no obstante, Pablo nos cuenta que una vez resucitado, el Señor se le apareció a Jacobo (1Co. 15:7) y personalmente creo, que después de esta experiencia, Jacobo creyó en Él. Es probable que Jacobo estuviera con los 120 del Pentecostés (Hch. 1:14), pues el texto bíblico menciona la perseverancia en la oración que los apóstoles y discípulos realizaban  “con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”, ese “con” es de compañía, está claro, para que no se piense que oraban a María y a sus hermanos, como si fueran intercesores; sino que María misma y sus hijos, que eran hermanos del Señor Jesús, oraban a Dios junto con los apóstoles y discípulos.

También, mencionamos la muerte de Jacobo, el martirio que sufrió, el cual sirve como testimonio de que Jesús era el Mesías que se esperaba, pues habiendo sido el incrédulo más cercano, murió como mártir y esclavo de su Señor Jesús al cual vio resucitado. Jacobo fue testigo de la resurrección, lo vio con sus propios ojos y estuvo dispuesto a testificar hasta la muerte, siendo arrojado de un edificio, luego apedreado y finalmente golpeado en la cabeza con un mazo. Los ancianos y fariseos judíos, inventaron el rumor que los discípulos robaron el cuerpo del Señor (Mt. 28:11-15), esto se divulgó por todos lados. Jacobo no era un creyente en su hermano, seguramente escuchó ese rumor, pero después de resucitado el Señor, se le apareció, lo vio y estuvo dispuesto a firmar con sangre su testimonio, y estamos seguros que nadie muere por algo que sabe que es una mentira. Jacobo murió por la verdad, el hecho histórico fundamental de la fe cristiana: La resurrección de Cristo.

Junto con lo anterior, hablamos de la canonicidad de esta epístola y de las controversias que circularon alrededor de ella. Como el hecho que se catalogara como antilegomena, es decir, una epístola de la que se decían cosas en contra y que tuvo que ser rigurosamente examinada. Vimos la controversial declaración de Lutero en tiempos de la Reforma y que, a pesar de todo esto, pudimos apreciar la Mano Omnipotente de Dios, pues la epístola ha sido preservada en las Biblias de hoy, incluso en la luterana.

En la segunda sesión hicimos otra introducción para referirnos a los destinatarios. Hablamos de la dispersión de Israel, la diáspora judía, de cómo se cumplió la profecía dicha por Dios mediante Jeremías, que serían esparcidos por todo el mundo, por naciones que ellos no conocían (Jer. 9:13-16). Explicamos el cumplimiento progresivo de esto, y de cómo, cumpliéndose las Escrituras, los hebreos llegaron hasta América desde el exilio de 1492 realizado por los llamados Reyes Católicos de España. Llegaron a tierras desconocidas para ellos y sus antepasados. Adicionalmente, Dios ha prometido recogerlos de todas partes del mundo (Ez. 11:17; 37:21; Zac. 10:10), y lo ha estado haciendo paulatinamente.

Cuando vimos que la carta estaba dirigida a “las doce tribus que están en la dispersión”, aclaramos que por ser gentiles (según la carne) no debemos rechazar las enseñanzas entregadas por Jacobo, aunque sus destinatarios fueran los cristianos que, biológicamente, eran judíos; pues en ese caso, los cristianos que son judíos no deberían considerar las cartas de Pablo a iglesias no judías, lo cual sería un error; pues en el Nuevo Pacto, de acuerdo a un principio bíblico enseñado por el Espíritu Santo a través de Pablo, los que hemos vuelto a nacer -sean hebreos o gentiles-, somos parte del verdadero Israel de Dios, puesto que de ambos lados -judíos y gentiles-, Dios ha hecho un sólo pueblo en Cristo Jesús, en Quién las enemistades fueron deshechas, las distinciones también, ahora somos (los nacidos de nuevo) un sólo pueblo en Jesús, el Cristo (Ef. 2:11-22 y Ga. 6:15-16). Así que no podemos rechazar esta epístola pensando que no es para nosotros, gentiles según la carne.

ALGO MÁS SOBRE EL SALUDO.

Finalmente, Jacobo, por el Espíritu nos desea un gozo continuo y permanente, sin límites,  al decirnos “salud”, del griego χαίρειν (chaírein). Gozo semejante no puede ser hallado en las emociones humanas, o en las cosas materiales que tengamos como bienes, sólo se encuentra en el Señor.  El Salmo 43:4, nos dice:

Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.” (RV 1960).

Es Dios mismo que, personalmente relacionándose con nosotros, trae ese gozo continuo y permanente. Es nuestra relación personal con el Dios Trino y Eterno que puede permitirnos disfrutar de un gozo continuo y sin límites. Él es el Dios de nuestra alegría y gozo. Esto es importante entenderlo, pues a veces nuestra alegría y gozo proviene de los bienes que Dios nos da, no de las Personas que conforman al único Dios Eterno. Buscamos en los bienes la felicidad, pero en estos encontramos sólo afán y aflicción de alma. Por los bienes debemos dar gracias a Dios, pero nuestro gozo y alegría, debemos buscarlos en la presencia del Señor, en la comunión con Él. Nosotros tenemos entrada libre, en Jesús el Cristo, a la presencia de Dios, el Dios de nuestra alegría y gozo. Roguemos al Señor nos permita ver esto, discernirlo en profundidad, pues nos daremos cuenta que el gozo temporal que disfrutamos es debido a que no proviene de la Fuente Eterna. El Señor quiere enseñarnos a diferenciar entre  “la fuente de agua viva” y una “cisterna rota” (Jer. 2:13). ¡Y nos va enseñando progresivamente! Cada vez Dios va avanzando más en enseñarnos la relación íntima y personal que quiere que tengamos con Él, para que lleguemos a comprender por experiencia que en Su Persona se halla el verdadero gozo. Esta es una experiencia personal, de cada uno, con el Espíritu de Dios, Quien, primeramente, se encarga de mostrarnos que nuestro gozo humano ha dependido siempre de lo que perece, de nuestros bienes, de nuestra salud, de lo temporal; luego de darnos cuenta de esto, de entenderlo por iluminación del Espíritu, llegamos a comprender lo que dijo el salmista:

Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.” (Sal. 16:11, RV 1960).

Es el Espíritu que nos muestra “la senda de la vida”, que es semejante a decir “el camino de la vida”. El camino y la vida en el Nuevo Testamento son una Persona. Juan 14:6, nos dice:

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (RV 1960).

En el griego, la repetición de la conjunción -en este caso καὶ (kai) que se traduce “y”-, es considerada una figura literaria llamada polisíndeton. El uso que se hace de esta figura es para llamar nuestra atención a cada una de las partes que se mencionan en la oración y que se unen por la conjunción. El Señor Jesús es “la Senda de la Vida” que nos lleva a la presencia de Dios. El Señor es el Camino, y el Señor es la Verdad, y el Señor es la Vida; nadie va al Padre si no es por Él. Es por medio del Señor Jesús, en Él, que podemos entrar a la presencia de Dios, el Dios de nuestro gozo y alegría. Es con este Dios que podemos tener una relación, que nos permite estar “en Su presencia”, y en Su presencia hallaremos el verdadero gozo, un gozo perfecto, un gozo que está más allá de nosotros, que no depende de nuestros bienes, de nuestra salud, ni de las circunstancias, sino que depende de Dios y del conocimiento y comprensión que obtenemos acerca de Él, de Su Persona.

A veces el cristiano se siente sin propósito en la vida. Todo pierde su valor. ¿Para qué orar? ¿Para qué leer las Escrituras? ¿Para qué reunirme? ¿Para qué escuchar a los que enseñan? No le vemos sentido a nada. Hermanos, en esta condición debemos entender que el Señor quiere que veamos algo, nos quiere mostrar que Él es el sentido de todas las cosas, que Él le da valor a todas las cosas, que Él es el propósito de todas las cosas. Como cristianos pasamos por muchas jornadas y estaciones, llegamos siendo niños, carnales, sentimentales también. Nos mueven las emociones y pensamos que ese es el Señor. Cantamos un cántico, nos conmueve, lloramos y pensamos que es el Señor, pero después, pasados los días, cantamos el mismo cántico y ya no nos emocionamos, entonces pensamos que el Señor no está, hoy no nos “visitó”. Y nos entristecemos. Y esto es debido a que somos niños y todo gira alrededor de nosotros, alrededor de lo que sentimos y nos da placer (hedonismo); pero el Señor es más que un sentimiento, es más que nosotros mismos, es una Persona Infinita que tiene valor en Sí mismo. El Señor no necesita de nada para ser Dios y feliz, está completo, pero nosotros sí necesitamos de Él para ser felices y completos. Esto es algo que el Señor nos va llevando a comprender.

El Señor nos lleva al conocimiento experimental de que Él es necesario para vivir. Hermanos, esto nos permite entender que si hemos estado sirviendo al Señor y  perdimos gozo, y no encontramos la razón por la cual hacemos las cosas, entonces es que hemos dejado al Señor, le hemos abandonado, dejó de ser el centro para nosotros. Lo sustituimos con otras cosas, malas o buenas, lo sustituimos. Entonces llegamos a comprender que estamos sedientos, tenemos sed, estamos cansados de todo, nada nos satisface y, es aquí que muchos creyentes se van, se apartan, pero hay otros que entran en una búsqueda de Dios, el Dios de nuestro gozo y alegría, y comienzan a llamarlo, a invocarlo, a confesarle que tienen hambre y sed de Él. Gloriosamente, si esta búsqueda se vuelve seria e intensa, finaliza con Dios tocándonos y dándose a conocer aún más a nosotros mediante Su Palabra y la experiencia, y nos volvemos a Él y encontramos el sentido de todo nuevamente. Porque de alguna manera, nuevamente hemos hallado al Dios de nuestro gozo y alegría.

Hermanos, si usted no encuentra sentido a nada, no se vaya, no deje la fe, no deje a Cristo, no es tiempo de retroceder, es tiempo de “sumergirse” en el Señor, de buscarlo, de invocarlo, de insistir en quererlo tocar en el Espíritu; de comprender que sólo Él llena nuestra vida, que Él es “la Fuente de Vida”, Él es la medida justa para nuestro vacío. El alma es insaciable, si no es con el Señor, intentaremos llenar el vacío con cosas, o personas, o bienes. Nuestro corazón es como el mar, todos los ríos llegan al mar pero jamás se llena (Ec. 1:7). Dios es la medida para nuestra nuestro corazón, en Él hayamos saciedad y todos los días hemos de ir a Su mesa, buscándole. Es en el Señor, en Su Persona, que encontramos el gozo continuo y permanente que nos desea Jacobo. ¡Oh, hermanos! Cuánto necesita el cristiano comprender esto. Experimentarlo. Este gozo proviene de conocer y entender a Dios personalmente.

Bueno, todo esto nos sirve de recordatorio y resumen.

DIOS Y SEÑOR JESÚS CRISTO.

Hoy, mediante la gracia de Dios, vamos a seguir avanzando con el versículo 1. Y vamos a completar estas introducciones realizadas (con esta son tres), considerando una mención personal que Jacobo realiza ligada a Dios y al Señor Jesús. Vamos a abrir nuestras Biblias, una vez más, en Santiago 1:1, lo que en Biblia Textual III y IV, es Jacobo 1:1. Allí dice:

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.” (RV 1960).

Jacobo,° un siervo de Dios y del Señor Jesús el Mesías, a las doce tribus° que están en la dispersión: ¡Salud!” (BTX III).

Hermanos, hoy nos corresponde prestar atención a la siguiente declaración: “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”.

En esta declaración encontramos una mención Trinitaria. Recordemos algo aquí, Jacobo, en un principio, no creía que el Señor Jesús fuera el Mesías, la Biblia dice claramente que ni sus hermanos creían en Él (Jn. 7:1-5), y es muy probable que sus mismos hermanos pensaran que estaba loco, o cualquier otra cosa de las que se decía. Sin embargo, esto duraría hasta que el Señor se le apareciera a Jacobo después de resucitar. Desde allí en adelante, al igual que con Pablo, el pensamiento de Jacobo cambiaría. Su hermano biológico, al que conoció, con el cual vivió y creció, no era un simple hombre, no era simplemente su hermano, era el Mesías que se esperaba. ¡Esto ya era algo grandioso!

Ahora, no sólo esto Jacobo comprendió. Pues en su declaración hay algo profundo que debemos estudiar. Miren, primero Jacobo dice que él es un siervo de Dios y del Señor Jesucristo. En el griego, la oración dice literalmente así:

Jacobo de Dios y del Señor Jesús Cristo esclavo…” (Biblia Interlineal del Nuevo Testamento Tischendorf).

La oración pone énfasis en Dios y el Señor Jesús Cristo. El original dice “Señor Jesús Cristo”, tres palabras: 1) Señor, 2) Jesús y 3) Cristo. Quisiera que pongamos atención a esto, porque es importante comprender qué entendió Jacobo pues, él podría haber partido la carta diciendo: “Jacobo, el hermano de Jesús”, o como lo menciona Pablo, “el hermano del Señor” (Ga. 1:19). Sin embargo él no se refiere a sí mismo como tal, ¿por qué? Analicemos la declaración que hace Jacobo. Primero menciona a Dios, y con esto se refiere al Padre. Al Dios de Israel. El Todopoderoso. El Dios que como judío había creído desde siempre. Pero luego, Jacobo hace una declaración que, al leer lo que Pedro dijo del Señor Jesús en su primer discurso, veremos que hay un énfasis necesario que hacer. Pedro dijo en Hechos 2:36 lo siguiente:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” (RV 1960).

Pedro dice que Dios ha hecho a Jesús “Señor y Cristo”. Dos cosas que se relacionan a dos aspectos distintos de la Persona del Señor Jesús. Señor, en el griego aparece como κύριος (kýrios), y según el hermano Evis L. Carballosa, este título en cuanto al uso del griego clásico  “contenía la idea de legalidad y autoridad” (Carballosa, 2014, p. 80); adicionalmente, en el periodo clásico de los filósofos, se le aplicaba a los dioses (con minúsculas) de la Grecia pagana. Ya en el tiempo del griego koiné, el griego del Nuevo Testamento, se utilizaba esta palabra “para referirse a personajes que políticamente ejercían una gran autoridad como en los casos de Herodes el Grande, Agripa I, Agripa II, Calígula, y por supuesto, Nerón el cual se autodenominada <<el señor de todo el mundo>>” (Ibíd.).

Ahora bien, recordemos que aunque la epístola está escrita en griego, la está escribiendo un judío, y en el Antiguo Testamento judío, en su primera traducción al griego llamada Septuaginta (LXX), la palabra kýrios se utilizaba como traducción del hebreo adon o adonai, que significa literalmente “Señor” o “Mi Gran Señor”. Así que en muchas oportunidades de las que se refiere a Dios, se refiere a Él como el Gran Señor Soberano de todo, nuestro Gran Señor, esto por una parte. Pero también, por otro lado, había una tradición judía que se encargaba de reemplazar en las Escrituras el nombre YHWH, de Dios, por Adonai, lo que se realizaba debido a que los judíos consideraban demasiado sagrado el nombre de Dios para ser nombrado por labios de hombre (Ibíd.). Entonces, en muchos pasajes donde el original hebreo decía “YHWH” se reemplazó por “Adonai”. Muchos eruditos dicen que en varias citas que se realizan en el Nuevo Testamento de las Escrituras, la fuente es la Septuaginta. Les voy a mostrar un ejemplo, leamos Isaías 40:3, dice:

Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.” (RV 1960).

Ahora leamos la cita que realiza Lucas acerca de Isaías, posiblemente de la Septuaginta, dice:

como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.” (Lc. 3:4, RV 1960).

¿Se dieron cuenta que Lucas dice “Señor” en vez de “Jehová” o “YHWH”? Se piensa que es debido a que la cita la hace de la Septuaginta, que era en griego. Bueno, allí se traduce Kýrios, en vez de YHWH. Entonces, para referirse a Dios, al nombre de Dios, un judío usaba la palabra Kýrios.

Teniendo todo esto en cuenta, entonces entendemos que Jacobo dice “Señor Jesús” por dos razones:

1) El Señor Jesús es la Máxima Autoridad, el Soberano de los reyes, el Señor de señores y el Rey de reyes.

2) Jesús es Dios, Jesús es YHWH.

Cuando consideramos esto, vemos la razón por la que los primeros hermanos morían por no declarar que el César era el señor; pues Nerón, que ya mencionamos antes, le atribuía divinidad al título, y al usarlo, lo consideraba como si él fuera el “señor de todo el mundo”. Vemos allí un hombre con delirio de dios. Él se creía dios, pensaba de sí mismo con locura. Los cristianos respondían ante su delirio, “Jesús el Cristo es el Señor”. Y no se utilizaba como título de autoridad solamente, sino como título divino. Decir que Jesús el Cristo es el Señor, es decir que Jesús el Cristo es la Máxima Autoridad, que Jesús el Cristo es nuestro Gran Soberano, que Jesús el Cristo es YHWH. Por lo tanto, hermanos, la declaración que hace Pablo en Romanos 10:9, diciendo:

que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (RV 1960).

No se refiere a creer que Jesús es la Máxima Autoridad solamente, sino a que Jesús es el Cristo, pero también YHWH. Jesús es Dios.

¿Se dan cuenta ustedes lo que está diciendo Jacobo en su presentación? Está diciendo que Dios tiene un Hijo Eterno, que vino al mundo, que sirvió, murió y resucitó de los muertos. Jacobo como judío está diciendo que Jesús es Dios, es YHWH del Antiguo Testamento. Jesús es el Dios de Israel, el Dios que se le reveló a Abraham, a Isaac, a Jacob, a Moisés. Está diciendo que Dios el Padre tiene un Hijo Eterno, Dios el Hijo, el Unigénito Dios[1]. Que Dios el Padre es Dios, pero que Jesús, el Cristo, también es Dios, es YHWH. Al ver esto, entendemos por qué no se presentó a sí mismo como “el hermano de Jesús”; pues dado que el pensamiento judío era de venerar con extrema solemnidad a Dios, que ni siquiera se atrevían a pronunciar Su Nombre, Jacobo, seguramente, consideraría una osadía decir que él era “el hermano del Señor”. ¿Se dan cuenta? Al llamarle Señor y decirse siervo de Él, está poniendo en la categoría de Dios, tanto al Padre como a Jesús el Cristo.

Hermanos, cuando Pedro dice que Jesús ha sido hecho por Dios “Señor y Cristo”, está diciéndonos que Dios ha declarado delante de todos, al resucitar a Jesús, que Él era el Mesías que se había prometido por los profetas en las Santas Escrituras (Ro. 1:1-6), el Rey Ungido de YHWH (Is. 11), el Mesías Príncipe (Dn. 9:25-26), el Descendiente Varón de la mujer (Gn 3:15)[2], el Ángel del Pacto de YHWH (Mal. 3:1), el Profeta (Dt. 18:15-22); pero también, que no era sólo un hombre, sino que era Dios-Hombre, Dios mismo vino en carne (Is. 35:3-5).

Entonces, al igual que Pedro, es una declaración muy seria la que está realizando Jacobo. Dios tiene un Hijo desde la eternidad, el Dios que hizo alianza con Israel era Jesús. Prácticamente, Jacobo está diciendo que él es esclavo de Dios el Padre y de Jesús el Mesías, Dios Hijo. Está diciendo que Jesús también es YHWH. Jacobo piensa de sí mismo que es esclavo de Dios, YHWH el Padre, y de Jesús, el Cristo, YHWH el Hijo. Esta es una declaración controversial para el judaísmo. Piense en esto un momento, Al que se crucificó, Al que se rechazó, era el Mesías que esperaban; pero, además, aquel Hombre era YHWH, su propio Dios. Si bien es una declaración a favor de la Deidad de Cristo,  implica dolorosamente que al Hombre que golpearon, humillaron, rechazaron, escupieron, escarnecieron, desnudaron y colgaron de un madero, una muerte maldita (Dt. 21:23; Ga. 3:13), era su propio Dios, YHWH. Y este testimonio es respaldado por el Padre que, levantó de los muertos a Jesús, Su Santo Hijo, pues la resurrección de Jesús de Nazaret (como dice Romanos 1:4), es la declaración oficial del Padre acerca de Jesús de Nazaret, como el Hijo de Dios, es decir, Dios Hijo.

Los mismos judíos entendieron aquello en las declaraciones que el Señor Jesús hizo de Sí mismo y por lo cual procuraban matarle. En Juan 5:18 se nos dice:

Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.” (RV 1960).

O sea que los judíos entendieron bien lo que decía el Señor acerca de Sí mismo, que es YHWH el Hijo. ¿Se dan cuenta lo impactante que es para un judío el que se le revele Cristo? Saber que la Persona que pendía del madero no era sólo el Mesías, sino Dios mismo, Dios-Hombre. Entender que Cristo es YHWH es algo tremendo, profundo e importantísimo; pero también, puede resultar un poco confuso y difícil de aceptar, ¿cómo es posible que el Padre y el Hijo tengan el mismo nombre? Por un tema de tiempo, sólo voy mencionar tres versículos que nos permitirán ver esto, comprenderlo mejor y aceptarlo. Mire, leamos Mateo 28:19 que nos dice:

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (RV 1960).

Veamos, en este versículo dice en singular “el nombre” y no es por error de traducción, sino que así dice en los manuscritos griegos. Y aparte de esto, aparece un polisíndeton para llamar nuestra atención a cada una de las partes unidas por la conjunción “y”. O sea, nos está diciendo que el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo, tienen un mismo Nombre.  ¿Cuál es este nombre? La Biblia nos lo dice. Mire, vamos a Deuteronomio 6:4, allí nos dice:

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” (RV 1960).

Hermanos, YHWH es uno, y saben, para decir “uno” el hebreo, dependiendo del contexto, usa dos palabras distintas. Una es יְחִֽידְךָ֤ (yakjíd)[3], que se utilizaba para referirse a “único”, como cuando Dios le dice a Abraham en Génesis 22:2 que tome a su hijo “tu único, Isaac”, o para referirse a “solitario[4]. 

La otra palabra es אֶחָֽד׃ (ekjád)[5] que se refiere a una unidad compuesta, la vemos en Génesis 2:24, donde dice que “dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una [ekjád] sola carne[6]. Como dice el hermano Gino Iafrancesco:

 “es diferente un individuo a un equipo; diferente una unidad a una docena.[7]

Considerando esto, podríamos decir que “un individuo” es yakjid, mientras que “un equipo” es (ekjád). Ahora, en Deuteronomio 6:4, la palabra hebrea que aparece para decir “uno es”, es ekjád; por lo tanto, lo que nos está diciendo Deuteronomio 6:4 es que YHWH nuestro Dios, YHWH es una unidad compuesta; así como el varón y la mujer se unen para ser una sola carne, esa unidad compuesta que existe entre dos personas, así es en Dios, Tres Personas en una sola esencia, Dios. Dos personas -el varón y la mujer-, son un sólo ser: el hombre; así también, Tres Personas -el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo-, son un solo Ser: Dios. Entonces, como YHWH es uno, entendemos que el Padre lleva el nombre YHWH, lo mismo el Hijo, y también el Espíritu Santo.

Para aclararlo más y comprender que las Tres Personas en Dios tienen y comparten el mismo nombre, veamos un ejemplo que Dios mismo nos da. Aquí veremos la unidad en el Nombre y la unidad en el Ser. Voy a leer un último pasaje, en Génesis 5:1-2, sígame con la lectura por favor:

1 Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. 2 Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.” (RV 1960).

¿Se dan cuenta? Aquí ocurre lo mismo que en Mateo 28:19, se habla en singular del nombre, pero se nos dice en plural que este nombre pertenece a “ellos”, al varón y a la mujer. Es decir, que para Dios, el varón y la mujer compartían el mismo nombre “Adán”. Dios los llamó a ambos con un solo nombre “Adán”, fue el varón que llamó a su mujer “Eva” (Gn. 3:20). Entre ellos mismos se diferenciaban, Adán era el varón, Eva la mujer por ser madre de los vivientes; pero delante de Dios, tenían el mismo nombre, Adán; pues Dios los hizo a Su semejanza. ¿Lo pueden ver mis hermanos? Entonces, entendemos que Jacobo, nos está diciendo que él cree en el Dios Padre, pero también en Dios Hijo, el cual, lleva también el nombre YHWH. Lo que Jacobo vio, no le permitió usar el parentesco en su presentación. Jacobo vio que su hermano, según la carne, era el Mesías, el que Israel estaba esperando, el Ungido de Dios, el Profeta, el Hijo de David, Silo, ese era Jesús, al que llamaba y reconocía como el Cristo, diciendo: “Jesús Cristo”. Pero esto no era todo, Jacobo lo llama “Señor”, tal como se le llama a YHWH en su Tanaj judía. Jacobo lo reconoce como Dios, como YHWH. Por ende, en esta declaración Jacobo está reconociendo que lo que decía Jesús de Nazaret era verdad, que aquello por lo que los judíos querían apedrearlo, llamándolo blasfemo, era la realidad: Jesús es el Señor, Jesús es Dios, Jesús es YHWH.

El mismo nombre “Jesús” proviene del hebreo Yahshúa, en griego es Iesous. En hebreo era la contracción de dos palabras: Yah, que es la contracción de Yahveh, la vemos en los salmos, cuando dice Jah en la versión Reina Valera 1960[8]. Y shúa, que proviene del verbo yasha que significa amparar, ayudar, conservar, defender, librar, salvar, socorrer. Significa “YHWH Salva” o “YHWH es Salvación”.  Hermoso significado.

ESCLAVO.

Ahora, para finalizar, Jacobo se conoce a sí mismo como “siervo de Dios y del Señor Jesús el Cristo”. La palabra “siervo” que aparece aquí, en griego es δοῦλος (doûlos). Para una mejor comprensión debería ser traducida “esclavo”, pues para decir “siervo” se utiliza la palabra διάκονός (diákono). Es probable que la razón por la que no se traduzca así, sea el desprecio por la esclavitud que tiene el ser humano, me imagino que es para no ofender a nadie. Pero lo que está diciendo, es que Jacobo se consideraba a sí mismo esclavo de Dios y del Señor Jesús Cristo.

Para los griegos y romanos, los esclavos eran nada, no eran dueños de sus propias vidas, su propia voluntad estaba subordinada a la de su amo. Ellos se jactaban de ser libres, era lo peor de la sociedad el ser esclavo (Carballosa, 2004, p.78). Saben, conociendo el corazón del hombre, la maldad que hay en él, nadie quiere ser esclavo de otro hombre, en eso todos estamos de acuerdo; pero, cuando comenzamos a conocer el corazón de Dios, cómo es Él, entonces serle esclavo es honorable, es entender que fuimos creados para la gloria de Dios (Is. 43:7) y que no hay nada mejor que vivir en Su Presencia, aunque esto sea vivir como esclavos para Él. Miren lo que nos dice Éxodo 21:2-6, lea conmigo:

2 Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre, de balde. 3 Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, saldrá él y su mujer con él. 4 Si su amo le hubiere dado mujer, y ella le diere hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo. 5 Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; 6 entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre.” (RV 1960).

Observen la frase “Yo amo a mi señor”. Hermanos, esta es la única razón para querer ser esclavo del Señor: el amor por Él. Pero no puedes amar al Señor si no le conoces, y no puedes conocerle si no se revela a Sí mismo; y no se revelará a Sí mismo, si no lo buscas con insistencia. Al Señor se le ama con razón (Cnt. 1:4), no sin razón. Debemos anhelar que se nos revele. Jacobo había visto más allá de la humanidad de su hermano, había visto a Dios, se le había revelado el Hijo Eterno y, voluntariamente, lo amó y se consideró a sí mismo Su esclavo. Es curioso que para recibir al esclavo para siempre, el amo debiera llevarlo a la puerta o al poste y horadar la oreja de su esclavo con lesna. ¿Por qué la oreja a la puerta? Una de las cosas que se le pide al esclavo en las Escrituras, es que sea obediente a su amo, lo mismo que los hijos a sus padres (Ef. 6). La palabra “obediencia” significa oír bajo (como subordinado), escuchar con atención (Strong, 2003, #5219). Es decir, ponerse debajo de alguien para escuchar con atención lo que nos dice. Ese es el llamado para el esclavo y también para los hijos. Nosotros los creyentes somos llamados a obedecer a Dios, a prestar atención a Él, a Su voluntad; pero esto no es posible si no entendemos lo del poste o la puerta. Nuestra puerta es Cristo (Jn. 10:7-9), debemos ir a Él y prestar nuestro oído para que sea atravesado; esto es la cruz, negarnos a nosotros mismos para vivir para Él. No más yo, sino Cristo en mí (Ga. 2:20).

Hoy en día parece que ser un siervo es un título honorífico. He oído a muchos hermanos, referirse a los hermanos que sirven al Señor como “siervos”, y me he dado cuenta que algunos miran esto como un título de distinción. Pero hermanos, Jacobo y los apóstoles no lo usaban así, sino que para ellos era reconocerse a sí mismos como personas sin voluntad propia, que estaban para hacer la voluntad de Otro, que sus cosas eran de Otro, su familia era de Otro, su casa, sus bienes, su salud, su tiempo, todo, era de Otro, al que ellos amaban y servían. Ellos estaban ante Cristo, la Puerta, a Quién entregaron su oído por amor.

Una última cosa que diré, es considerando algo que oí decir al hermano Francisco Lacueva en una de sus conferencias grabadas. Lo parafraseo para ustedes, hermanos:

“De Dios somos esclavos,  pero de los hermanos, servidores”.

Es importante entender esto. No somos esclavos los unos de los otros, sino consiervos, el Amo, único Amo, es Dios y nuestro Señor Jesús el Cristo.

Estemos reflexionando y meditando en estas cosas. Que el Señor nos siga hablando al corazón. Amén.

 


[1] Referencia al griego en Juan 1:18.

[2] Génesis 3:15, mención textual, véase BTX III.

[3] También transliterada yajíd.

[4] Véase:
Strong, J. (2003). Nueva Concordancia Strong Exhaustiva. Nashville, TN: Grupo Nelson.
Chávez, M. (2004). Diccionario De Hebreo Bíblico. El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
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[5] También transliterada ejád.

[6] Corchetes añadidos por el autor.

[7] Iafrancesco, G. (1982). OPÚSCULO DE CRISTOLOGÍA (2ª Edición). Cristiania Ediciones, pp. 71-72.

[8] Por ejemplo, Salmo 68:4.